MENSAJE A LA VIDA CONSAGRADA
Y después de las elecciones, ¿qué?
Si destierras de ti toda opresión, y el señalar con el dedo, y la palabra maligna;
si das tu pan al hambriento y sacias el estómago del necesitado,
surgirá tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.
El Señor te guiará siempre, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos,
serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuyas aguas nunca se agotan,
reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre los cimientos antiguos;
te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas.
Is 58, 9-12
Todavía con el sabor de la última contienda electoral y sin tener datos oficiales de los resultados finales nos ha parecido oportuno compartir con ustedes algunas reflexiones. Hemos llegado al 24 de marzo con un claro fraccionamiento de fuerzas, sin coaliciones que buscaran unificar proyectos y sumar simpatizantes. Nuestras autoridades -en la mayoría de los casos- fueron elegidas sin tener una mayoría significativa de votantes que legitime su representatividad y sus proyectos, pero constatamos que estamos en un momento nuevo y debemos construir con aquellos que han logrado convocar los sueños del pueblo, sus aspiraciones de cambio y de un futuro mejor.
En algunos casos hemos apostado por algo totalmente nuevo –un fenómeno que se repite en política a nivel global- en otros hemos mantenido lo antiguo y seguro, aunque suene a más de lo mismo. Desilusión amalgamada con obstinada esperanza. Votos por personas, votos por partidos, votos por proyectos. Nuestra conciencia de democracia y de participación crece y retrocede, con una complejidad que impide lecturas rápidas o simplistas.
¿En qué podemos seguir creciendo y aprendiendo como VIDA CONSAGRADA?
Las elecciones se dieron en un contexto litúrgico y de memoria creyente que nos pueden dar pistas para nombrar las llamadas que el Dios de la vida y de la Historia pone ante nosotros: III Domingo de Cuaresma, celebración del 39 aniversario del martirio de San Romero de América, víspera de la solemnidad de la Encarnación.
Un tiempo propicio de conversión para reconstruir nuestro tejido social, dañado por la mentira y por los vicios de un ejercicio egoísta del poder. Actitud de conversión y autocrítica permanente dejándonos cuestionar por las palabras de Jesús: “¿Por qué te fijas en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres consciente de la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ''Hermano, deja que te saque la pelusa que tienes en el ojo'', si tú no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad, y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano. (Lc 6,42-43)
Tiempo para volver a creer en los verdaderos profetas (que si existen, que son humildes y cotidianos)[1] (cfr.GE 8) y de acoger el reto enorme de aportar con nuestro sentido crítico, con la capacidad de discernimiento y con nuestra vigilancia, para que los que asuman responsabilidades sean capaces de rendir cuentas de sus gestiones.
Es la hora de promover una espiritualidad de servicio incondicional al pueblo, un pueblo por el que Jesús y los que le siguieron, han sido capaces de dar la vida aún en medio de la contradicción y la persecución. Estamos llamados a denunciar los vicios inveterados del ejercicio de ese aún-no-aprendido arte de la política. A anunciar que aún hay esperanza y sueños colectivos y a comprometernos a trabajar con otros para llevarlos a la realidad.
Celebrar la solemnidad de la Encarnación nos permitió recordar que todo lo humano está indefectiblemente revestido de bondad y divinidad, y que nuestro país, nuestra gente –con sus grandezas y miserias- merece ser mirada con benevolencia y misericordia, porque allí habita la gloria de Dios. Nunca como ahora las instituciones fundamentales habían caído en tal descrédito. Nunca como ahora nuestra sociedad ha estado tan necesitada de espacios de autenticidad, de credibilidad. De testigos: urgentes, indispensables, impostergables
Esta verdad nos anima a pedir a nuestros hermanos/hermanas ELEGIDOS
- Vivir la “autoridad”[2] en el pleno sentido de la palabra: promoviendo, cuidando, haciendo crecer la vida en todas sus expresiones, con la paciencia del sembrador que siembra, espera y cosecha contando con la promesa del trigo y acogiendo el riesgo de la cizaña (Mt. 13, 24-30)
- Ejercer liderazgos que construyan comunidad. Empeñarse en vivir con transparencia y honestidad para que lleguen puntuales y vestidos de coherencia a la cita con este nuevo tiempo
- Compartir espacios con otros y crear redes de colaboración. Romper con un esquema de favoritismos y de beneficio partidista para entrar decididamente a favorecer a una mayoría excluída, que en nuestro país tiene rostros sufrientes : pobres, mujeres y jóvenes
- Que el ejercicio del poder no sea un modo de vida, sino que esté habitado de una mística para servir
- Que desde lo pequeño construyan una manera diferente de gobernar: desde los pequeños
- Que cultiven sueños grandes con y para nuestro pueblo. Que sumen creatividades y no decepciones
- Que intenten valientemente revertir la lógica de un buen vivir sólo para algunos para dar unos pasitos hacia un mundo, con ricos menos ricos y pobres menos pobres
Finalmente, unas palabras atribuidas a Mons. Romero, pero que fueron pronunciadas por primera vez por el Cardenal John Dearden, pueden en este momento pos-electoral, colocarnos a todos, ciudadanos del Reino, en la verdad de nuestra misión
El Reino no sólo está más allá de nuestros esfuerzos, sino incluso más allá de nuestra visión. Durante nuestra vida, sólo realizamos una minúscula parte de esa magnífica empresa que es la obra de Dios.
(…) No podemos hacerlo todo y, al darnos cuenta de ello, sentimos una cierta liberación. Ella nos capacita a hacer algo, y a hacerlo muy bien. Puede que sea incompleto, pero es un principio, un paso en el camino, una ocasión para que entre la gracia del Señor y haga el resto.
Es posible que no veamos nunca los resultados finales, pero esa es la diferencia entre el jefe de obras y el albañil.
Somos albañiles, no jefes de obra, ministros, no el Mesías.
Somos profetas de un futuro que no es nuestro.
María nos invita: “HAGAN lo que él les diga…” [3] (Jn 2, 5)
¿Cuál es tu compromiso sociopolítico, personal y comunitario, en la construcción de un Ecuador más justo y solidario?
Quito a 27 de marzo de 2019
[1] 8. Dejémonos estimular por los signos de santidad que el Señor nos presenta a través de los más humildes miembros de ese pueblo que «participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad»[5]. Pensemos, como nos sugiere santa Teresa Benedicta de la Cruz, que a través de muchos de ellos se construye la verdadera historia: «En la noche más oscura surgen los más grandes profetas y los santos. Sin embargo, la corriente vivificante de la vida mística permanece invisible.
[2] La palabra autoridad que viene del latín auctoritas, se derivó de auctor, cuya raíz es augere, que significa aumentar, promover, hacer progresar. Desde el punto de vista etimológico, autoridad es una cualidad creadora de ser, así como de progreso.
[3] Lema de la CLAR 2019-2022