MENSAJE
La sexta Semana Teológica de la Vida Consagrada del Ecuador ha sido un encuentro multicultural, intercongregacional, internacional y alegre con Jesucristo, que ha venido y está con nosotros y nosotras, congregados por la CER a vivir el Evangelio, la profecía y la esperanza, y compartir su alegría para que seamos plenamente felices (cfr. Jn 15,11).
Hemos disfrutado del amor misericordioso del Señor que nos ha llamado, nos ha hecho hermanos y hermanas y nos envía a despertar al mundo, con la alegría ser quienes somos: hombres y mujeres diversos, buscadores, en salida, creyentes y mestizos agradecidos por nuestra historia, apasionados en el presente y profetas de la esperanza. Vemos a nuestras congregaciones, iglesia y pueblo con los ojos nuevos de la fe, tenemos los oídos abiertos al clamor de la gente y nos apasionamos por Jesucristo y su Reino, con los sentimientos que nacen del mismo corazón de Jesús. No queremos ni podemos renunciar a la osadía del profeta, que anuncia el Evangelio.
Acogemos la invitación del Papa Francisco a dejarnos “encontrar, alcanzar, transformar por el Señor Jesús” que “llamó a los que él quiso y vinieron donde él” dejando la autorrreferencialidad y la cerrazón, abriendo el corazón para que entre el Señor y abriendo todas las puertas para salir por los caminos pedregosos de los sufrientes, como profetas de la vida y la esperanza, de la ternura y la fe.
Estamos alegres porque, en vez de poner energías para el mantenimiento nostálgico de la historia, sentimos el grito ensordecedor a apasionamos por el Reino, que nos hace dar sentido al sufrimiento, la entrega y la decisión de ser testigos de la alternativa contracultural del Evangelio.
El Señor, en esta Sexta Semana Teológica, susurra y grita a la Vida Consagrada del Ecuador:
Alégrate porque estás llamada a vivir el amor recibido, que compartes fraternalmente y que contagias con la gente que persigue el sueño de una comunidad humana, profética y significativa.
Alégrate porque estás llamada a humanizar tu vida, asumida en la intimidad y la fortaleza de la oración, iluminada por la novedad de la Palabra, compartida en la cotidianidad de nuestras relaciones y configurada por las oportunidades de los conflictos y la osadía de las periferias.
Alégrate porque estás llamada a ser fermento, semilla, signo, vida… del sueño de Dios, presente en la belleza de este mundo y anhelado por hombres y mujeres agredidos por el consumismo impuesto y sufridos por las frustraciones del amor herido; alégrate porque tienes vida dando la vida, esperanza dando esperanza, amor amando, “en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma” (EG 31)
Alégrate con María, porque has recibido el anuncio de la Vida, el envío de la Esperanza y el dinamismo apasionado del Espíritu, para decir sí a la intercongregacionalidad, interculturalidad, pluralidad y profecía. Alégrate, como Ella, cuando engendras vida por amor, compartes solidariamente por justicia, escuchas fraternalmente al Señor y al pueblo, para que venga a nosotros el Reino.
Equipo de Reflexión Teológica
Quito, domingo 7 de 2014